Hermano pequeño del también corredor Remigio Loroño, de ahí su apodo, Marcelino contaba con 18 años cuando empezaba a conocer las mieles del triunfo. Sus deseos eran presentarse en todas las carreras del País Vasco y pronto pudo lucirse ante su parroquia, con la prueba celebrada en Galdakao en 1923, que le dio a conocer como un ciclista de gran proyección.
Para ella se habían inscrito los más afamados corredores vascos, en una prueba deportiva que por el valor y número de premios, tanta expectación había despertado entre los amantes del pedal. Hacia las nueve de la mañana, empezó a llegar gente de todos los pueblos de los alrededores, no pudiéndose dar un paso por el centro del municipio. Marcelino Loroño obtuvo el triunfo, en una carrera que más tarde daría mucho que hablar por las caídas producidas en ella.
Foto Espiga.
Pocos días después, se celebró el X Campeonato de Bizkaia sobre una distancia de 100 kilómetros, con salida en el Campo de Volantín de Bilbao. Su hermano Remigio, no pudo tomar parte por haber recibido dos puntos de sutura tras la carrera de Galdakao. Por ello, los agoreros vaticinaron que la misma, carecería de interés, pero estaban equivocados. A su paso por Erletxe, Marcelino encabezaba el pelotón, recibiendo el apoyo de sus vecinos. Más tarde, una caída le retrasó 5 minutos, pero al final entraron en cabeza por “La Salve”, Barruetabeña y Marcelino. Fue este, el que primero perdió los nervios y lanzo el esprint, a 50 metros de la meta, vio como su amigo de Gernika le superaba ampliamente, llevándose el triunfo. Marcelino obtuvo de premio de la Sociedad Ciclista Bilbaína, la Copa del alcalde de Bilbao y 25 pesetas, importe de la prima del alto de “Usagana”.
Trofeo obtenido
Estando en racha, sus admiradores junto al Club Elexalde, llamaron al vecindario a sufragar los gastos del desplazamiento a Barcelona, al Campeonato Peninsular de fondo en carretera. Con su bicicleta Peugeot-Hutchinson, consiguió un meritorio octavo puesto en la general y primero en los de segunda categoría, obteniendo el premio de 60 pesetas. Ya se le consideraba un futuro campeón. A pesar de haber recorrido 15 kilómetros con los pedales y el sillín medio rotos, se mostró contento por el triunfo, no así por el estado de las carreteras, con numerosos badenes y gran cantidad de barro, que se quedaba en la horquilla delantera, acompañado por su hermano que se desplazaba en un vehículo particular. Se limitó a seguir a Otero, pero en una caída, este se le escapó. Realizó la prueba desanimado por no ver a gente conocida y correr de una forma tan distinta a como se hacía en Euskadi, pero le sirvió para estudiar las “martingalas” de los corredores con experiencia.
Foto en prensa
Entrada en el Gran Premio Bizkaia. Foto Espiga
El 4 de septiembre comenzó la I Vuelta a Cantabria, presentándose y realizando el trayecto con su bicicleta, desde Bilbao, pero tras la prueba, finalmente quedó clasificado en décimo cuarta posición. La superioridad ciclista extranjera en las pruebas por etapas, no solo era física, sino que los locales carecían también, de una buena técnica ciclista.
M. Loroño, vestido con la indumentaria del Erandio Club.Foto Espiga.
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