GUDARI DEL BATALLÓN
AMAYUR
Los 97 años que el pasado 7 de diciembre despidió Ignacio
San Salvador del Valle López fueron fructíferos. Dieron frutos familiares,
deportivos, religiosos, sindicalistas, de aprendizaje del euskera y recuerdos
para toda la vida de una guerra que no debió ocurrir nunca.
Ignacio llegó al mundo el 11 de julio de 1913. Casualidades
de la vida, nació en Algorta, pero residió en Bilbao, en Alameda San Mamés. Su padre fue el famoso ciclista
Tomás San Salvador, de Galdakao, y su madre Pilar López, de Espinosa de los
Monteros (Burgos).
Estudió en el Colegio Santiago Apóstol y en una academia.
Además aprendió francés en su estancia por dos años interno en Hazparne
(Lapurdi). Más tarde, trabajó en las oficinas de Dinamita de la Gran Vía.
En tiempos de la guerra, no dudó en apuntarse al batallón
Amaiur, de EAJ-PNV. Ignacio había conocido al lehendakari José Antonio Aguirre
cuando este fue presidente de las Juventudes de Acción Católica de Bizkaia.
“Aita era un admirador de Aguirre. Para él era un referente. Creemos que al
conocerle a Aguirre decidió hacerse gudari”, relatan sus hijos Pilar, Pedro,
Begoña y Ana.
San Salvador del Valle evocaba en ocasiones aquellas
batallas. “Estando en Sollube, veían el reflejo de Gernika ardiendo tras el
bombardeo. Al día siguiente estuvieron allí y conocieron el desastre”,
aseveran.
Ignacio sufrió la cárcel de Larrinaga antes de que estallara
la guerra. Fue por una huelga de ELA. “Mientras corrían, un tal Gaztelu perdió
la txapela. Aita se paró unos segundos a recogérsela y los guardianes de asalto
le detuvieron. En la cárcel no lo pasó mal porque le llevaban la comida los de EAJ-PNV. Con el partido iba luego a las concentraciones clandestinas en el monte”,
señalan.
Casado con Felisa Bernas, de Arrazola (Atxondo) tuvo cuatros
hijos. Estos le recuerdan como un hombre “discreto”, “deportista”, “amante del
euskera”, que lo acabó aprendiendo. “Recordamos que viviendo en Bilbao,
entrábamos a casa y estaba estudiándolo. Y como ama era de Arrazola lo hablaban
juntos”.
Ignacio fue uno de los impulsores del Club Alpino Ganguren
de Galdakao. No fue el fundador porque “entonces tenían que ser del régimen,
pero fue de los primeros”. De su padre heredó el gusto por la bicicleta. En una
ocasión utilizó este medio para ir a fiestas de San Fermín a Iruñea.
Buen padre, otras personas que le conocían guardan gratos
recuerdos vividos conjuntamente. Es el caso del párroco de la basílica de
Begoña, Jesús Garitaonandia. “Conocí a él y a su mujer hace unos años. Tanto el
uno como la otra eran encantadores. Era un matrimonio muy acogedor. Me
invitaban un viernes de cada mes. Les gustaba mucho reunirnos y contar cuentos, recuerdos de la vida”, les
agradece el de Durango y prosigue: “En una ocasión me regaló un libro traído de
Iparralde. Es El último mohicano en
francés y lo conservo como una joya, como un tesoro por su antigüedad, y por el
detalle”, enfatiza Garitaonandia.
Precisamente, la basílica acogió los funerales por Ignacio
San Salvador del Valle López el pasado viernes día 10. Por motivos de la
guerra, el vizcaíno tuvo que exiliarse un año en Madrid donde trabajó en Unión
Explosivos Río Tinto, pero su ilusión era volver. Y lo consiguió en el Galdakao
paterno. Se afincó en Tximelarre y trabajó en las oficinas, en el departamento
de compras de Unión Española de Explosivos. También residió en Begoñalde de
Bilbao. A falta de tres años para ser centenario, dijo agur a los suyos el día
7: Agur t´erdi.
Fuente: Iban Gorriti; DEIA, 19 de diciembre de 2010
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