Barrios tan característicos como los de Tximelarre, Zuatzu y Olabarrieta.
Varias construcciones en el barrio de Zuatzu, que nació vinculado a La Dinamita.
ALGUNOS de los modelos de viviendas más peculiares de Galdakao nacieron del apogeo industrial y vinculados a fábricas que dispararon la demografía en la localidad. Al contrario que en la mayoría de lugares, la industrialización dejó en este municipio ejemplos de soluciones modélicas para dar salida a la creciente demanda de viviendas. Los casos más claros en el municipio fueron los de Zuatzu, Tximelarre y, años más tarde, Olabarrieta, barrios que cuentan con una excelente reputación y guardan una curiosa historia.
El pasado otoño las Jornadas de Patrimonio de la Diputación Foral de Bizkaia pusieron el foco en los diferentes tipos de viviendas que se pueden encontrar en el territorio vizcaíno -desde el caserío hasta los castillos pasando por la vivienda obrera- y, en lo que a Galdakao se refiere, se fijaron en los barrios de Zuatzu y Tximelarre. El municipio cuenta en Olabarrieta con otro caso paradigmático de soluciones notables por las que determinadas empresas apostaron, en este caso La Dinamita y Firestone.
Las primeras viviendas de este tipo en llegar a la localidad fueron las de Zuatzu y Tximelarre, en ambos casos ligadas a la implantación de La Dinamita. El historiador Jesús Muñiz Petralanda es un experto conocedor de cómo se forjaron estas dos zonas de la localidad. “Una vez que Alfred Nobel descubrió la dinamita se buscaron en Europa diferentes emplazamientos para empresas que se dedicaran a su elaboración. La empresa conocida como La Dinamita se estableció en primer lugar en Santa Marina, en torno al año 1874, y unos años más tarde se trasladó a Zuatzu. Estos barrios tienen ahí su origen”, explica.
En todo caso, la función que cumplirían uno y otro lugar sería bien diferente. “Las edificaciones de Zuatzu se construyeron en dos fases. En la primera de ellas, entre los años 1912 y 1919 se edificaron construcciones de servicio público y viviendas comunes, algunas de ellas obra de José María Basterra. La segunda fase tuvo lugar después de la Guerra Civil y buscó la creación de viviendas y chalés para técnicos, ingenieros y, en general trabajadores cualificados”, explica. Entre una y otra fase, se creó el barrio de Tximelarre: “Es un proyecto de los años 20 y la mayor parte de las viviendas se inauguraron en 1928. Eran casas para trabajadores de una escala baja dentro de la fábrica y para oficinistas, pero es el planteamiento más interesante”.
Del mundo rural Estas viviendas se plantearon como un proyecto más dentro de las promociones de las llamadas casas baratas que se desarrollaron en Bizkaia, aunque presentaban unas condiciones poco habituales. “Es un planteamiento abierto, ya que son viviendas de baja densidad para obreros, pero que no están construidas en hilera como ocurría con ese tipo de casas. Se buscó que hubiera espacio entre las edificaciones y, de hecho, en todo el entorno de Tximelarre Goikoa y Bekoa existen bosques y jardines. Además, se daba a los trabajadores la posibilidad de apoyar la economía del hogar con huertas y, teniendo en cuenta que muchos de los trabajadores que llegaban a las fábricas procedían del mundo rural, se les facilitaba este cambio manteniendo una ligazón con la tierra”, señala Muñiz Petralanda.
Las propias viviendas ofrecían unas prestaciones poco habituales para la tipología de la que se trataba e incluso desde el punto de vista del diseño eran construcciones de un gran interés arquitectónico. Hubo una persona clave que contribuyó a que se erigiese un barrio tan particular. “Luis Chalbaud pertenecía a una de las familias que había promovido la llegada de La Dinamita a Galdakao, aunque los accionistas eran extranjeros, y era una persona con unas inquietudes sociales muy claras. Tuvo cargos de responsabilidad en la empresa y se preocupó mucho de las condiciones en las que vivirían los trabajadores”, explicó.
En el Congreso Mundial Vasco de Oñati, en 1918, ya había expuesto a través de un artículo la importancia que en su opinión tenía la vivienda de cara a conseguir una sociedad justa y equilibrada. Incluso el estilo arquitectónico reflejó las ideas de Chalbaud en torno cómo debían ser las viviendas de los trabajadores. “Además del concepto de Ciudad Jardín de este tipo de viviendas, en este caso en particular se incorpora el modelo estético neovasco. Para Luis Chalbaud el ideal estético para la familia vasca era el del caserío, algo que se refleja en estas casas. Prácticamente toda la fachada es de piedra, algo excepcional en este tipo de viviendas, se utiliza teja plana, hay un pequeño tejado a dos aguas, vigas de madera o txoritokis”, señala. Los arquitectos José María Basterra y Emiliano Amman fueron los encargados del proyecto.
Hoy, 87 años después de su inauguración, los vecinos de la zona hablan con orgullo de su barrio. “Nos parece que es una gozada vivir aquí. Estamos a tres minutos del centro de Galdakao y vivimos en una especie de pueblo en el que nos conocemos todos, contamos con nuestro pequeño terreno...”, explica Begoña Elorriaga, que llegó al barrio hace una década. A su lado, María Jesús Azaola, cuenta que nació en una vivienda del mismo Tximelarre, donde aún vive junto a su marido. “Es una maravilla, el peligro que tiene el hecho de tener este pequeño terreno es que en vacaciones nos cuesta movernos porque disfrutamos mucho aquí. Yo nací aquí y mi marido, que es de caserío, está encantado, aunque hay cosas que aún se pueden mejorar”, señala.
Dos décadas después del surgimiento de Tximelarre, en 1949, se inauguran las primeras viviendas del barrio de Olabarrieta. En este caso nació vinculado a la cercana planta de Firestone (hoy Bridgestone) del barrio de Urbi, entre Galdakao y Basauri, y muchos lo conocen aún como “el poblado de Firestone”. En los primeros años fueron a vivir a la zona 120 familias de obreros y oficinistas de la fábrica, en su mayoría matrimonios jóvenes, aunque en las últimas décadas se ha producido cierto relevo con la llegada de nuevas familias.
De nuevo se trata de edificaciones de estilo neovasco, divididas en dos partes y con un pequeño terreno para cada familia. Como en Tximelarre y Zuatzu, hoy se trata de un barrio que los vecinos tienen en alta estima. “El barrio está bien conectado y tenemos la suerte de poder vivir en unos chalés relativamente cerca del centro. El terreno da bastante trabajo, pero a partir de la primavera se agradece mucho”, explica la vecina de Olabarrieta Marisa Hernáez.
En la última década se han construido nuevos chalés en la parte alta del barrio, aunque sigue manteniendo su esencia y aún se celebran unas fiestas muy familiares a finales del mes de mayo.
Un reportaje de Ander Goyoaga(Deia)
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